miércoles, 16 de noviembre de 2011

El tiempo pasa rápido para los inteligentes

Aquellos que no saben porque no pueden,
no, aquellos reptan por las calles
entre ruiditos y gemidos,
con bultos en el cuello
o marcas en la frente,
aquellos de ojos achinados
y sonrisas entre dientes.
Para estos el correr no existe
pues sus pies convergen,
deformes las plantas
entre talón-punta-talón-frente.

No, el tiempo no pasa entre esa gente,
segundo a segundo para soportar
la carga de ser diferente,
y no seré yo quien intente
paliar los males de esta sociedad,
pero este ojo burgués siente
el estruendo de cadenas chocar
al oír vuestros dudosos pasos
en la desesperación del lugar.

Los inteligentes conocemos la belleza,
pero no la sabemos justificar.

Yo no conozco belleza sobre el abismo
que supone esta existencia
al caminar.
Yo no encuentro esperanza
si desde el hospital hasta el hospital
mi vida alcanza,
y vislumbrar
segundo tras segundo
cada rasgo de mi fealdad
y suspiro por las esquinas
e insulto hacia mis adentros
entre gemido y gemido
y el espasmo nervioso que vuestro Dios
en mi ha hecho natural,
pues en ti joyas ha hecho
mientras yo hago todo mal,
y no es la envidia lo que atesoro
sino todo este odio
hacia el mundo terrenal
y la vida sin decoro
a la que no puedo sentir lealtad
mas me agarro con arrojo
aunque mi cuerpo arda
marcado por este metal.

Los nuestros claman.

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