domingo, 18 de marzo de 2012

V i _ a

 Recuerdo perfectamente la ocasión en que oí por primera vez que la vida, en todas sus formas, y con contadas excepciones, depende completamente ahora, y lo ha hecho siempre, de la fotosíntesis y de las plantas. Recuerdo cómo miraba a mi alrededor en busca de ojos igualmente abrumados por aquella información reveladora. Pero sólo veía los rostros inmutables de quienes hacía ya mucho tiempo habían asimilado esta información y para quienes carecía por completo de todo poder de conmoción.
Y eso no era todo. No es sólo que el cloroplasto sea el mecanismo rotundamente dominante por el cual la luz solar se transforma en sustancias que sostienen la vida, los azúcares y los hidratos de carbono, sino que hay razones para creer que la atmósdera con oxígeno se ha formado a partir de las exhalaciones producidas por las plantas a lo largo del tiempo. Ciertamente, todos los alimentos, todos los combustibles fósiles, las fibras, todo el oxígeno atmosférico, la estabilización de la superficie de la Tierra y de los sistemas hidrológicos, la mejora del clima y del microclima, todo ello ha sido producido por la planta. Todos los animales y por tanto todos los hombres no son sino parásitos de la planta.

(...)

Así, toda la vida presente hoy, los restos de la vida pasada, las transformaciones de toda forma de vida en el transcurso de los tiempos, todas las criaturas y todos los hombres, se basan en el cloroplasto, que vuelto hacia el Sol tiene la capcidad de capturar y ordenar la energía solar, antes de que se pierda en desorden.

Proyectar con la naturaleza
Ian L. McHarg

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