lunes, 30 de enero de 2012

Conseguimos un ideal que seguir,
a raíz de las injusticias palpables en la sociedad.
Construimos nuestra propia ideología
cogiendo pedazos de aquí y allá,
trabajamos analizando, sugiriendo, filtrando:
barajando la perfección como fin,
esa fue nuestra utopía,
esa fue nuestra ilusión.

Todo cuanto hicimos,
cuanto quisimos
fue subsanar los errores del pasado,
mejorar nuestro plan,
proyectar un futuro
un paso mas allá.

Románticos y pasionales,
borrachos de nuestro sueño,
dimos y volveríamos a dar
nuestra vida por ello.

No dudo que tuviera errores, señoría,
pero así son los sueños.

Comenzamos en reuniones secretas,
pequeños concilios donde fraguamos
entre risas y anhelos,
las soluciones al malestar social.
Poco a poco salimos de la cueva,
poco a poco nos dimos a conocer,
publicaciones, revistas,
proyecciones, arte,
conseguimos un movimiento popular.
En plazas, en bares,
en carteles, por toda la ciudad,
nos hicimos oir,
y poco a poco, escuchar.

A los que realmente controlaban el poder
obviamente, no les debió gustar,
pero nuestra región era pobre,
pequeña, crepuscular.
Tampoco se preocuparon demasiado.
De momento.

Nuestra pequeña ideología
se transformó en movimiento.
La gente compartió nuestro sueño,
se conmovió, se dió cuenta.
Afinamos el oído, mejoramos cuanto pudimos,
sé que todo es subjetivo
pero hicimos cuanto pudimos.

Y la gente lo supo valorar.

Obtuvimos el control,
nuestra región nos dió las alas,
y, aunque pobres,
al gran gigante nos quisimos enfrentar.

Nuestros bastiones,
nuestras caballerías,
todo a punto para la batalla.
La ideología,
el movimiento,
nos avalaban.
Un día tuvimos un sueño,
ahora había que concedérselo al pueblo.

Comenzamos a germinar,
y se desató la guerra.

Perdimos.

Y la condena, no es solo no estar vivos,
sino ser odiados para la posteridad.

No dudo que nos equivocásemos, señoría,
sólo quisimos el sueño,
hacer realidad.



-- Juicios de Nuremberg

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