yo, que silencié los poemas de mis amigos
y seguí depié clavado sobre mis dos piernas
ahora me extingo como un reflejo en el agua
alterada, y gris, mientras comprendo
como todo el resto se aleja en el tiempo
la visión se vuelve borrosa,
el pulso se acelera
y las contusiones escalan mi garganta.
las mejillas excitadas,
la nariz congestionada
toma un aire frío que perfora las profundidades
de los pulmones
y cada gota aflora
estrangulando los ojos de córnea a pupila,
cálida y débil, tiritante.
mis manos no comprenden
y me tiran del pelo buscando dolor verdadero.
el cuerpo se contrae, poco a poco,
tiembla constreñido por el frío
insoportable del miedo
como infinitas agujas clavandose en cada curva de la piel
heladas y reales
hasta la disolución completa de la integridad humana
en un halo de polvo brillante
como luces de feria
las últimas cenizas brillantes en la noche
el resplandor previo al silencio
en el olvido,
o en el recuerdo.
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