domingo, 21 de agosto de 2011

Olvidar, olvidar, olvidar...

Dime, ¿conoces esa sensacion de ir corriendo a escribir algo que sientes?
¿de ir corriendo a por la libreta con el sabor amargo en la boca?
Amigo, ese es mi día a día.
Si pudiera darte un consejo sería
consigue el justo medio entre soledad y compromiso,
y no dejes que tus sentimientos dependan de los demás
al menos en gran medida,
pues entonces te hallarás perdido.


Yo entregué mi cuerpo
al ardor de una llama,
sin saber que su ascua
duraría poco menos
que el Sol sobre el agua
de mar en la mañana.

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Te di mis sentimientos:
la capacidad de hacerme feliz
o de hundirme en el fango.
Pero qué duro es ir corriendo
sabiendo que dependo de ti,
que mi ser esta en tus manos,
para que agite mi alma el viento
y las heridas escuezan menos.

Qué dificil es escribir versos
cuando las manos no responden
si no es a acariciar tu pelo
o a empuñar el revolver
que apague mi desconsuelo.

Pues a ti cedí mi santo
por ti entregué mi juicio
para que algún día enterraras
y no volviera a utilizarlo.
Mas losa faltó en su nicho
pues pronto apareció por casa
triste, loco, aletargado,
contandome cuanto le habías dicho
cuando yo no escuchaba.

Y la flor tornó espina
y del cielo cayeron estrellas,

De mi sueño desperté en el climax
ahogándome con la almoada.
Apegado al calor exinto
que la sábanas guardaban.

Ahora la lluvia golpea los cristales
de mis ojos que no aguantan
pues no fueron hechos para invernales
noches de destrozadas gargantas,
pues grito en el silencio
de un sobrio maldito cuaderno negro.
Al compás del chirrio
del lápiz sobre el lienzo,
del humo de un cigarro
al que siempre he tenido miedo.

Ahora no te llamo,
pero me corroo por dentro.
Volveré a cruzarme entre tus dedos
cayendo de nuevo en el lazo
que necesito como alimento
tras días de tormento,
esperando tu maná
ahora que cruzo el desierto.
Pues sé que en el fondo siento
que en la cima del mundo me hallo
sabiendo que es a ti a quien tengo.

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